miércoles, 24 de febrero de 2010

Sistemas Emocionales: "El pronóstico meteorológico" de nuestras conductas


I. Introducción:

I.a. Una mirada evolutiva
“En el siglo XX no existe otro tipo de cambio que el cambio rápido ... según la evolución, el ritmo de los cambios del mundo estaba determinado por periodos glaciares, con el modernismo todo estaba cambiando a la vez y de manera fundamental, de la noche a la mañana”. P. Watson

El motivo por el cual el Sistema Nervioso Central (SNC) ha ido aumentando en tamaño y complejidad a lo largo del árbol filogenético
[1] es porque un cerebro más eficiente aumenta las posibilidades de éxito en la supervivencia y la reproducción.
Frente a esta afirmación no deja de ser paradójico que al observar ciertos trastornos que aquejan al SN (Estrés, Obesidad, Fobias, etc) tengamos la rara y extraña sensación que estamos “durmiendo con el enemigo”.O sea que ciertos sistemas funcionales neuronales que deberían aumentar nuestras posibilidades de supervivencia en realidad la están disminuyendo.
Para analizar esta paradoja es necesaria una “mirada” evolutiva que nos permita comprender que nuestro Cerebro estaba brillantemente adaptado a su ambiente ancestral, o sea al Paleolítico. Por lo tanto el Homo Sapiens actual consiste en un Cerebro del Paleolítico viviendo bajo las normas socioculturales del Siglo XXI.. Y esto no deja de ser un “cocktail explosivo”.
Como ejemplo podemos citar a Roland Barthes que solía decir que “en Francia es natural ser católico, estar casado y haber presentado una tesis”. Barthes era protestante, homosexual y (a pesar de ser uno de los creadores de la Semiótica) nunca había presentado una tesis de doctorado. Barthes hacía esta afirmación para mostrar que lo que en general consideramos natural son solamente normas impuestas por la sociedad y la cultura. NO es natural ir por la vida en ropa interior, orinar en el baño o comer con tenedor y cuchillo.

Así podemos considerar que ciertas patologías son en realidad el resultado de la falta de correspondencia entre el ambiente original de adaptacióna y el medio social actual.
Consideremos un ejemplo clásico como lo son todos los trastornos asociados al Estrés.
La respuesta de Estrés era altamente adaptativa para los Homo Sapiens del Paleolítico ya que al inhibir ciertos repertorios de conductas (dormir, comer, deseos sexuales, etc) y al activar ciertas respuestas homeostáticas (hipertensión arterial, taquicardia, hiperglucemia, etc) mejoraba sus posibilidades de supervivencia (como por ejemplo enfrentarse a un predador) y, como en esta época no existían aún los impuestos, los jefes, los políticos, las obligaciones “tribales” y familiares, etc, las situaciones que justificaban una respuesta de estrés eran de corta duración y baja frecuencia.
Ahora bien, observémonos a nosotros mismos, ciudadanos del siglo XXI y sobrevivientes del “siglo de la crisis perpetua” como define Peter Watson al siglo XX. El Estrés, a través de ciertos cambios socio-culturales (estado, tribu, familia, trabajo) y de ciertos “avances” tecnológicos (celular, computadora, teléfono, etc) se ha convertido de una respuesta “discreta” en una descarga continua y crónica que nos impide comer, dormir y tener deseos sexuales; y que nos genera infartos y otras “bondades”. Resumiendo el Estrés ha sufrido una “metamorfosis” funcional: De aumentar la supervivencia ha pasado a disminuirla.
Analicemos ahora la relación existente entre el peso corporal, el Sistema de Búsqueda y Recompensa y el Sistema Neuroentérico. Se considera en la actualidad que el Homo Sapienes se inició como un recolector (tarea fundamentalmente femenina que consistía en recoger frutos, verduras y pequeños mamíferos) y como un carroñero (perdón si con esta afirmación hiero el orgullo del lector pero la Antropología moderna nos aleja del estereotipo del Homo Sapiens como un valiente y intrépido cazador, esta fue una conducta más tardía cuando mejoraron los instrumentos y las tácticas de caza grupal).
El Sistema Neurorentérico (un recientemente independizado de los Sistemas Simpático y Parasimpático) es, entre otras funciones, el encargado de regular la eficiencia de la ganancia y pérdida de calorías.
Cuando el Homo Sapiens envejece (y por lo tanto disminuye su capacidad de buscar y traer carroña) o cuando pasa por épocas de carestía alimenticia el Sistema Neuroentérico, como conducta adaptativa para aumentar las posibilidades de supervivencia, incrementa la eficiencia en la ganancia de calorías y disminuye la eficiencia en su pérdida.
Por otra parte cuando el Homo Sapiens encontraba grandes cantidades de comida, al no existir en el Paleolítico heladeras u otros medios de conservar alimentos, el Sistema de Búsqueda y Recompensa facilitaba la ingestión de grandes cantidades de alimentos a pesar de que las señales homeostáticas le hacían saber al Hipotálamo que ya se habían ingerido suficientes “commodities”.
Consideremos ahora a un Homo Sapienes del siglo de los hipermercados que desea bajar de peso. Probablemente, debido a que su trabajo le imponga un modo sedentario de vida, elija una dieta basada en una severa restricción alimenticia.
Su sistema Neuroentérico “Palelolítico” interpretará que se está pasando por un período de escasez y por lo tanto aumentará su eficiencia dificultando la pérdida de peso.
Es un comentario habitual que luego de varias dietas o con el paso de los años cada vez es más difícil perder peso y es cada vez más fácil ganarlo.
Para dificultar aún más la situación cuando este Homo Sapienes hambriento por su dieta se encuentre con un paquete de galletitas u otra “hiper” fuente de glúcidos y/o lípidos observará azorado como su mano adquiere vida propia y va y viene del paquete hacia su cavidad oral sin detenerse hasta que el paquete esté vacío (una “cortesía” del Sistema de Búsqueda Dopaminérgico).
Para concluir observemos algunas causas frecuentes de fobias como el miedo a las alturas y a los espacios abiertos. Si analizamos estos miedos en relación al Paleolítico veremos que en realidad aumentaban las posibilidades de supervivencia en el ambiente ancestral.
El Homo Sapiens abandonó las selvas y se dirigió hacia la sabana africana porque su capacidad de trepar (y por ende de conseguir alimentos) era muy inferior a la de los grandes primates. Por esta pobre capacidad de trepar es adaptativo tenerle miedo a las alturas ya que evita las posibilidades de traumatismos por caídas.
Nuestros ancestros medían 1,50 metros y pesaban unos escasos 40 – 50 kg. Si se atrevían a pasearse por los espacios abiertos de la sabana eran presa fácil de sus depredadores (como por ejemplo los grandes felinos). Conclusión tenerle miedo a los espacios abiertos era adaptativo.
¿Pero quién puede vivir con normalidad en el siglo XXI si le tiene miedo a las alturas y a los espacios abiertos?

Tal vez alguien pueda preguntarse: ¿Estos millones de años transcurridos desde que los homínidos pasaron a la postura bípeda en el África oriental no han sido suficientes para adaptarse a los cambios socioculturales?
Creo que sirve como explicación un “calendario” que utiliza Carl Sagan en el que compara toda la historia del planeta (calculada estimativamente en la actualidad en unos 4.500 millones de años) con un año de 12 meses.
En este calendario las rocas aparecen el primero de Enero, los invertebrados el 15 de Noviembre, los mamíferos el 27 de Diciembre y el Homo Sapiens aparece en la Tierra el 31 de diciembre a las 23.30 horas. Si consideramos que pasamos de vivir en forma nómada a la sedentaria hace unos miles de años: ¡Unos minutos de existencia en la Tierra no son suficientes para adaptarse a los apabullantes cambios de nuestro medio ambiente!
No debemos olvidarnos que en el último medio siglo “se ha desbordado el río de los descubrimientos” y la humanidad ha sufrido los mayores cambios culturales y tecnológicos a una velocidad nunca antes vista. Cambios que nos han alejado más aún de nuestro ambiente ancestral original de adaptación y que nos obligan a preguntarnos: ¿Es siempre más sinónimo de mejor?
Para finalizar es importante considerar que con el paso de las décadas el concepto de “evolución se ha convertido además en una metáfora que nos deja ver que las ideas, a semejanza de los animales, también evolucionan, cambian ...”. Desde esta perspectiva es fundamental que los conceptos funcionales del SN mantengan permanentemente esta capacidad de evolucionar y cambiar.

I.b. Un conflicto Semántico: El Sistema Límbico
Desafío al lector a que busque al menos en 5 libros de Neurobiología, Neurociencia, Neuroanatomía o Neurofisiología la definición y la lista de estructuras que forman el Sistema Límbico. ¡Para su enorme sorpresa muy probablemente hallará cinco definiciones y cinco listas distintas!
Esto demuestra que existe acerca del sistema (o el concepto) que básicamente se emplea para analizar las relaciones existentes entre las Neurociencias y las enfermedades Psiquiátricas una ambigüedad, un desacuerdo y un grave conflicto semántico.
Y digo semántico porque si uno lee la bibliografía clásica sobre el sistema límbico observaremos que diferentes autores utilizan el mismo término para “etiquetar” diferentes estructuras anatómicas y sistemas funcionales.
Para agravar el problema uno también puede encontrar inconsistencias internas. En otras palabras que un autor utilice dos o más sentidos conflictivos para un mismo término en el mismo libro. O sea que también existen imprecisiones semánticas en un mismo autor.
Otra dificultad reside en que muchos autores utilizan los términos sistema límbico, lóbulo límbico y rinencéfalo sin definirlos claramente y hasta en ocasiones utilizándolos como sinónimos.
La base racional de alertar sobre este conflicto semántico acerca del Sistema Límbico es sencillamente para:
- Facilitar su comunicación y comprensión
- Alertar a los interesados en este tema que deben ser cuidadosos con la terminología utilizada
- Que la conciencia sobre este conflicto facilite la búsqueda de consenso, promoviendo una utilización más uniforme del término
- Comprender que hasta que no se llegue a este consenso no existe una alternativa correcta en este o cualquier otro conflicto semántico

¿En qué concuerdan los diferentes autores sobre el sistema límbico?:
- En que es un conjunto de estructuras que mayormente ocupan la cara medial del hemisferio
- En que está relacionado con el procesamiento emocional
- Casi todos los autores incluyen en “su” sistema límbico a la Gyrus Cinguli (GC), al Gyrus Parahipocámpico, a la Formación Hipocámpica (FH) y al Complejo Amigdalino.

La cuestión se complica en lo que se refiere a:
- Hipotálamo: Para algunos forma parte del Sistema Límbico. El problema es que dentro de este grupo de autores algunos incluyen sólo algunos núcleos mientras que otros engloban a todo el Hipotálamo.
- Vías: Algunos autores consideran que ciertas vías (Fornix, Núcleo de la Estría terminalis, Haz Mamilotalámico) forman parte del Sistema Límbico.
- Neocortex: Tampoco hay acuerdo en este tema ya que algunos nombran a la corteza Orbitaria Frontal como parte del Sistema Límbico, mientras que otros nombran al polo Temporal, a la Insula o a la Corteza Prefrontal (CPF).
- Tronco Cerebral: Generalmente estos autores incluyen a estructuras mesencefálicas (Formación Reticulada, Sustancia Gris Periacueductal y Tegmentum medial).
- Finalmente algunas autores también incluyen en el Sistema Límbico a Estructuras olfatorias, Ganglios Basales (GB) y a ciertos Núcleos Talámicos.

El panorama que se observa es al Sistema Límbico como una estructura conceptual compuesta por una verdadero “frenesí” de áreas de distintas regiones neuroanatómicas (Corteza Cerebral, Diencéfalo, GB, Tronco Cerebral), de distintas sustancias (Gris y Blanca), de distintas filogenias (Archi, Paleo y Neocortex) así como también de diferente neuroquímica. ¿Y cual es el delicado “alfiler” que une a todas estas áreas? Su relación funcional con las respuestas emocionales
[2].

I.c. Una historia: Prominencias craneanas, Frenología y “prehistoria” de la Neurociencia de la Afectividad

Las Bases Biológicas de la Psiquiatría corresponden en un nivel “micro” a conceptos pertenecientes a los campos de la neuroquímica, la biología molecular y la genética. Pero en un nivel “macro” estas bases corresponden a lo que se denomina el concepto de Localización Cerebral, concepto que ha sufrido a lo largo de la historia múltiples cambios de paradigmas tanto en lo teórico como en lo metodológico. Es importante para poder comprender el paradigma actual de la psicofisiología y la neurociencia de la afectividad tener en claro cómo nuestros “ancestros profesionales” analizaron estos temas.
Previamente al Siglo XIX hubo filósofos y médicos que opinaban que las facultades mentales tenían asiento en el cerebro, o sea que apoyaban un monismo materialista pero, lamentablemente, las situaban en los ventrículos cerebrales.
Hay que esperar al Siglo XIX (si bien algunos autores señalan a Thomas Willis como el primero en afirmar que las funciones cerebrales eran tisulares) para poder identificar conceptos de especialización hemisférica en el tejido cerebral. En este siglo la controversia entre Franz Gall y Flourens marca el nacimiento del concepto de localización cerebral moderna.
Tal vez pueda sorprender al lector que Franz Gall, el creador de una pseudociencia como lo es la Frenología (o Cranioscopía), sea citado como uno de los pioneros de la localización funcional moderna. Y es que paradójicamente en esta controversia Gall tenía un mal método pero una buena teoría y Flourens tenía un buen método y una mala teoría.
Gall teorizaba correctamente que diferentes regiones cerebrales tenían diferentes funciones y, más importante para la neurociencia de la afectividad, identificaba entre estas funciones al instinto sexual, la conducta maternal, la memoria verbal, la conducta de autodefensa, la música y la capacidad numérica. El problema era su método de identificación de dichas funciones que consistía en la evaluación y medición de las prominencias craneanas. Gall creía que, por ejemplo, un hombre con un gran instinto sexual tenía esta área cerebral muy hipertrofiada lo que causaba que el hueso craneano suprayacente se sobreelevara generando una prominencia ósea palpable.
Flourens, por el contrario, fue el pionero de un método experimental como lo es la resección de un área cerebral y la observación de los cambios conductuales generados por dicha ablación. Su error fue teórico al afirmar por un lado que la corteza cerebral no tenía áreas especializadas (teoría de la generalización o la equipotencialidad cerebral) y por el otro al desterrar de la neurofisiología el estudio de las funciones emocionales.
Fritsch y Hitzig y Broca corrigieron este error de Flourens al descubrir la corteza motora y la corteza relacionada con el lenguaje respectivamente. Lamentablemente a partir de estos hallazgos se consideró que las facultades mentales son nada más que el producto de las funciones sensitivo - motoras y que por lo tanto no existen áreas cerebrales específicas relacionadas con ellas.
O sea que en el siglo XIX se pasó de una psicofisiología de la afectividad con Gall a una concepción sensitivo motora de todas las funciones cerebrales con Ferrier, Fritsch, Hitzig y otros.
A fines del siglo XX observamos, parafraseando a Nietzche, el eterno retorno (en este caso a la despreciada y devaluada teoría frenológica) con los trabajos de Panskeep y el nacimiento de la Neurociencia de la Afectividad que afirma la existencia de áreas cerebrales en relación con la agresividad, la sexualidad, la conducta maternal, la tristeza, la alegría y otras más creando así un puente entre la Neurociencia y el Psicoanálisis y reconciliando el diván con el laboratorio.

I.d. Un peligro: La Psiquiatría Biológica y los riesgos del “ultra” reduccionismo
“... y Magendie llegó a la posición extrema de substituir el experimento por el pensamiento”. R. Young

Para finalizar esta introducción quisiera llamar la atención del lector sobre una riesgosa “tentación” que se corre en el camino que conduce desde las Neurociencias hacia la explicación de las bases biológicas de la Psiquiatría: el peligro de un reduccionismo extremo e inflexible. La tentación de que TODOS los aspectos de la Psiquiatría puedan ser reducidos a explicaciones moleculares y/o celulares.
Este riesgo confirma la afirmación de Arthur Schnitzler cuando dice que “la ciencia no confiere ninguna significación al individuo”. Y es que en el camino reduccionista se “organifica” al individuo. La mirada médica se posa sobre la enfermedad y se vuelve, como proclaman los Redonditos de Ricota, “ojos ciegos bien abiertos” frente al enfermo.
El reduccionismo biológico afirma el discurso del órgano y silencia el discurso del individuo como una entidad bio-psico-social.
Como claramente afirma H. Giroux no existen textos “neutrales” desde el punto de vista ideológico, por lo tanto el lector podrá preguntarse cual es la “ideología” del autor acerca de este tema. Entre las diversas corrientes de la Filosofía de la Ciencia, y especialmente en lo que actualmente se denomina “Neurofilosofía”, existe la hipótesis de la Coevolución explicativa en la que la Neurociencia, la Filosofía y la Psicología evolucionan en conjunto explicandose mutuamente sin necesidad de que ninguna de estas disciplinas “reduzca” o haga desparecer a las otras.
Conviene recordar la afirmación de Kart Goldstein, un neurólogo alemán miembro del movimiento de la Gestalt, acerca de que el reduccionismo por sí solo no es suficiente para comprender a los pacientes, que intentar localizar funciones perdidas en parcelas discretas del cerebro nunca es tan significativo como el entender al paciente desde una perspectiva holista.
Además las Neurociencias no son “todo poderosas”. Podríamos hacer la misma comparación que hace Roy Porter sobre la Historia de la Medicina: “se parece al cielo nocturno: vemos unas pocas estrellas y las agrupamos en constelaciones míticas, pero lo que principalmente se ve es la oscuridad”.
La aparición de de una Psiquiatría “Neuro-científica” de alta tecnología puede ser un ejemplo de lo que William Blake denunciaba como una “visión única”, el tipo de miopía que aparece (literal y metafóricamente) de mirar obstinadamente a través de un microscopio. Una visión única tiene sus limitaciones en explicar la condición humana.
Nunca debemos olvidar que lo humano es, al fin y al cabo, el corazón de la medicina, sin lo humano todo el edificio de las especialidades médicas pierde sentido y se derrumba.


II. ¿Neurociencia de la Afectividad?

II. a. Introducción:

En un camino conceptual paralelo a los pintores impresionistas y postimpresionistas de comienzos del siglo XX, que intentaban registrar y capturar el significado emocional del mundo, esta nueva rama de las Neurociencias intenta registrar y estudiar los procesos neuronales subyacentes a las experiencias y reacciones afectivas, que son los mecanismos esenciales en la génesis de las fuerzas emocionales básicas que compartimos con otros mamíferos.
Lo que intenta la Neurociencia de la Afectividad es, reteniendo el rigor científico de la neurofisiología clásica, volver a contactarse con las funciones biológicamente relevantes como lo son las emociones y los afectos.
Para comprender esta Neurobiología de nuestro “mundo interior” debemos observar que siempre han existido dos perspectivas de nuestro aparato mental. Una guiada por nuestros cinco sentidos aristotélicos hacia el mundo exterior. Pero existe otro “mundo” que nuestra mente “observa”, y que es vital para nuestra supervivencia, como lo es el de las vísceras. Estos procesos internos están representados en el Tronco Cerebral y monitorean un mundo de fluctuaciones (glucosa, sodio, temperatura, oxígeno, etc) que son la esencia de nuestros impulsos motivacionales.
La posición clásica tanto de la Neurociencia como del Psicoanálisis es que no podemos experimentar en forma directa nuestros impulsos internos o nuestra vida mental.
Pero debemos recordar que tampoco podemos experimentar en forma directa los objetos del mundo externo. ¿A qué me refiero con esta afirmación? A que esta mesa marrón sobre la que estoy escribiendo puedo tocarla y mirarla pero NO puedo conocer su “esencia”, como por ejemplo el hecho de que el “zumbido” de electrones alrededor del núcleo atómico significa que esta mesa aparentemente sólida consiste en su gran mayoría de espacio vacío o al hecho de que su apariencia marrón resulta de un conjunto de detectores en mi retina con un amalgama de tres clases distintas de radiación electromagnética que percibo como un color.
O sea que también con respecto al mundo externo estamos SIEMPRE restringidos por una especie de “filtro” que son nuestros órganos preceptúales. Para ser más perturbadora nuestra percepción de la “realidad”, la neurofisiología ha confirmado que nuestras percepciones NO son una fotocopia de la realidad sino una mera abstracción de ella. Y esto se debe a que las sensaciones que nos producen los estímulos ambientales al “bombardear” nuestros sentidos no son solamente son “filtrados” por nuestros receptores sino que son también textualmente “violadas” por los diferentes mecanismos de procesamiento a todos los niveles de las vías aferentes desde los nervios periféricas hasta las cortezas asociativas (inhibición colateral, adaptación, control central, procesamiento en paralelo, magnificación, convergencia, divergencia, etc.). Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que nuestra percepción es una versión editada, un “make up” de la realidad.
Debemos comprender que podemos percibir indirectamente nuestros impulsos internos a través de órganos sensoriales especiales dirigidos hacia nuestro mundo interior como lo son las emociones (ira, tristeza, miedo, etc.). Podemos entonces interpretar a nuestra afectividad como una percepción dirigida hacia nuestro interior que percibe nuestro mundo visceral. Mientras la Neurociencia observa al aparato mental con órganos sensoriales externos y ve un cerebro, cuando se observa el mismo aparato mental internamente, en su subjetividad, a través de otros órganos sensoriales aparece frente a nuestros ojos la mente.

II.b. Proceso de Encefalización: Un “menage a trois”

Con fines didácticos podemos dividir a las estructuras cerebrales en un Cerebro dorsal, las estructuras subcorticales y un Cerebro ventral.
El Cerebro dorsal está compuesto por la Corteza Asociativa (parte del Neocortex que representa un “lujo” evolutivo de los mamíferos) en el que es importante destacar la presencia de la Corteza Preforntal (CPF) (un “lujo” evolutivo de los primates). El Neocortex recibe aferencias principalmente a través del Tálamo que es una especie de “gran estación central” en la que hacen relevo prácticamente todas las vías que traen información al neocortex desde los receptores sensoriales
[3], Médula, Cerebelo, Ganglios Basales (GB), información de retroalimentación desde el mismo Neocortex, etc. La Corteza Asociativa está fundamentalmente asociada con los procesos cognitivos e influencia y es influenciada por las emociones pero no genera afectividad.
Las estructuras Subcorticales más importantes para nuestro tema son el Sistema Límbico, el Encéfalo Basal Anterior (EBA) y los GB. Estas estructuras son filogenéticamente más antiguas y están relacionadas con los procesos emocionales.
El Cerebro Ventral está compuesto por el Tronco Cerebral y el Hipotálamo. Estas estructuras son un legado de los animales más antiguos del árbol filogenético y están relacionadas con los procesos homeostáticos que son aquellos mecanismos encargados de mantener estables los parámetros biológicos fundamentales para la supervivencia del organismo (glucosa, agua, sales, oxígeno, etc).

Vemos así que Sigmund Freud tuvo una intuición genial al decir que los humanos teníamos un museo de historia natural en nuestro SN.
El acierto de esta afirmación se puede explicar fácilmente. Si tuviéramos que asignarle una tendencia política a nuestro SN indudablemente sería la de un conservador ortodoxo y esto es porque nuestro Cerebro ha guardado celosamente todos aquellos sistemas neuronales que han sido capaces de aumentar las posibilidades de éxito en la supervivencia y la reproducción. O sea que nuestro cerebro contiene la historia neurobiológica de prácticamente todos nuestros ancestros primitivos. Así los circuitos relacionados con nuestras emociones no son muy distintos, ni cuanti ni cualitativamente, de los de un reptil. Es por esto que no debe sorprendernos que en ciertas ocasiones cuando presenciamos la conducta de un Homo Sapiens bajo el dominio de sus emociones tengamos la sensación de estar observando a un animal primitivo.
Es interesante destacar que, a diferencia del modernismo y postmodernismo (con su amor exagerado por todo lo que es nuevo), la evolución cerebral está basada en la integración de componentes arcaicos y nuevos. O sea que el progreso del cerebro humano está basado en intentar combinar lo antiguo y lo moderno mientras que muchos consideran que el progreso humano está basado exclusivamente en la eliminación de lo antiguo.
Resumiendo el proceso de encefalización progresa primero, en un período precoz de la filogenia, desde el Tronco Cerebral primitivo homeostático, que observa que las múltiples y complejas funciones somáticas permanezcan estables entre estrechos parámetros, hacia la emoción y finalmente hacia la cognición.
Observaremos más adelante que la gran mayoría de los circuitos emocionales están compuestos por un núcleo subcortical (como por ejemplo un núcleo del complejo amigdalino) y dos estructuras del cerebro dorsal (en general un núcleo del Hipotálamo y otro del Tronco Cerebral). Este “combo” neuroanatómico (una estructura límbica + dos estructuras dorsales) nos ayuda a comprender que las emociones son evolutivamente una extensión de las funciones homeostáticas que ayudan a mantenerlas ya que en la naturaleza es mucho más fácil conseguir comida si además de sentir hambre me enojo y me vuelvo agresivo.
La “explosión” neocortical y las funciones cognitivas también pueden entenderse como una extensión evolutiva de los sistemas emocionales que intenta sintonizar la conducta volitiva con los impulsos emocionales.
El Cerebro en definitiva está adaptativamente organizado para lograr la integración entre la homeostasis, la emoción y la cognición.
Un ejemplo de esta integración lo da la función de doble interfase que tienen el Complejo Amigdalino
[4] y la Formación Hipocámpica (FH). Ambas son estructuras límbicas claves que procesan experiencias actuando como interfases tanto entre el SN Autónomo (nuestro mundo visceral inconsciente) y el Neocortex (nuestro mundo cognitivo conciente) como así también entre nuestro pasado y nuestro presente (debido a las funciones de memoria emocional inconsciente del Complejo Amigdalino y de memoria autobiográfica conciente de la FH). Algunos autores sitúan al Complejo Amigdalino y a la FH en la “frontera” entre los sistemas homeostáticos y los cognitivos.
Si bien las evolutivamente “recién llegadas” funciones cognitivas tienen una autonomía parcial (y una superficie desmesuradamente grande en comparación con el Sistema Límbico y el Cerebro Ventral) TODA idea de independencia total es ilusoria. En situaciones de disbalance homeostático, como por ejemplo hambre o sed extremas, las funciones homeostáticas y emocionales dominan por completo a las funciones cognitivas. Si bien las estructuras neocorticales están conectadas por una “autopista de doble mano” con las estructuras límbicas, funcionalmente la conexión límbico-neocortical es mucho más “poderosa”.Algunas obras del pintor Gustav Klimt (La Filosofía y La Medicina) son un interesante ejemplo artístico de este concepto funcional ya que intentan reflejar el triunfo de lo instintivo sobre lo racional.
Por lo tanto podemos ver que la Cognición y la Emoción son funciones “ínter penetrantes”: La Emoción provee motivación a la Cognición y ésta última provee una inhibición “adaptativa” (en función del marco sociocultural) de las emociones.

II.c. Sistemas Emocionales primarios

Las emociones surgen de programas cerebrales heredados de especies ancestrales. Los sistemas emocionales son instrumentos evolutivos que promueven la coherencia psico-conductual y que durante la evolución fueron efectivos en dar respuestas a nuestras necesidades primarias y en pasar la información genética a las generaciones futuras.
Los estímulos externos gatillan “combos” preparados de respuestas neuronales.
Los sistemas emocionales funcionan como una enorme “batería” que energiza y guía al organismo en sus interacciones con el medio ambiente. Así, siguiendo a Panksepp podemos definir a una Emoción como un proceso psiconeuronal innato que controla el vigor y el patrón de acción del intercambio conductual con otros seres vivientes y objetos de importancia para la supervivencia. La respuesta emocional frente a una interacción dada dependerá de si ésta promueve o no la supervivencia.
Las funciones afectivas además de codificar la información nueva pueden recuperarla a posteriori posibilitando que esta información sea generalizada para nuevos eventos en el futuro de manera eficiente y veloz. ¡Por lo tanto los procesos emocionales NO son estáticos! Sus circuitos se modifican y cambian con el desarrollo y la experiencia.
Así los sistemas emocionales ofrecen soluciones a problemas como: ¿Cómo obtengo comida? ¿Cómo permanezco intacto? ¿Cómo aseguro mis contactos sociales?
Estas preguntas acerca de la supervivencia se contestaron durante la evolución mediante la aparición de los sistemas emocionales.

Los criterios neurobiológicos que definen a un “sistema emocional” son los siguientes:
Son circuitos genéticamente predeterminados para responder en forma incondicionada ante estímulos ambientales desafiantes. O sea que responden ante cierto tipo de estímulos ambientales en forma “instintiva” sin requerir de un aprendizaje previo.
Organizan respuestas motoras y cambios autonómicos y hormonales que han probado ser adaptativos (o sea que aumentan la posibilidad de supervivencia y reproducción).
Modifican el umbral de excitabilidad de los sistemas sensoriales. Un ejemplo de esta característica de los sistemas emocionales es la disminución del dolor ante estímulos con respuestas emocionales agudas (analgesia por estrés) y el aumento del dolor ante estímulos con respuestas emocionales crónicas (Hiperalgesia en el dolor por cáncer).
Son controlables en forma condicionada por estímulos ambientales emocionalmente neutros. Esto significa que los sistemas emocionales pueden aprender mediante un reflejo condicionado pavloviano a dar respuestas ante estímulos ambientales ante los cuales dichos sistemas no estaban instintivamente preparados para responder.
Tienen conexiones neuronales recíprocas con las áreas cognitivas a través de las cuales los sistemas emocionales y cognitivos pueden controlarse mutuamente.

Cumplen con estas características, y por lo tanto son definidos como sistemas emocionales, los siguientes circuitos neuronales:
Sistema de Búsqueda: Aumenta las posibilidades de supervivencia del organismo al hacer que esté muy interesado en interactuar con el medio ambiente en la búsqueda de incentivos y recursos como comida, agua, sexo, calor y contacto social. Los motiva cuando están a punto de encontrar lo que están buscando y les permite anticipar cosas que necesitan para la supervivencia. Facilita el aprendizaje y en los seres humanos genera y sostiene todo tipo de curiosidad (¡aún la intelectual!). El circuito neuronal más estudiado en relación con este sistema emocional es la vía mesocortical dopaminérgica que va desde el Área Tegmental Ventral en el Mesencéfalo hacia el Núcleo Accumbens que es un Ganglio Basal filogenéticamente antigua (pertenece al Archiestriado). Desde el núcleo Accumbens esta vía se proyecta fundamentalmente a la Corteza Prefrontal. Prácticamente todas las drogas adictivas, ilegales y legales, (Cocaína, Anfetaminas, Alcohol, Nicotina, Heroína, etc) activan este circuito. Esta es la explicación del “atractivo psíquico” de estas sustancias.
Sistema de Agresividad: Activado por la frustración o por coartar la libertad del organismo, aumenta la energía psíquica. Por lo tanto este sistema energiza las conductas cuando el organismo es irritado o restringido cumpliendo funciones de defensa del organismo y de su territorio al generar miedo en el oponente.
Sistema de Miedo: Reduce las posibilidades de ser destruido o de sufrir dolor. Cuando es activado puede generar respuestas de escape o de congelamiento (freezing) según si el estímulo generador de la respuesta es evitable o no. La estimulación crónica del sistema de miedo en los seres humanos genera ansiedad.
Sistema de Pánico: Para comprender la importancia de este circuito neuronal debemos recordar que los mamíferos somos los organismo con mayor dependencia social del árbol filogenético. Este sistema emocional indica la pérdida del apoyo social y la sensación de soledad mediante llamados de separación como lo es el llanto en los seres humanos. La evolución ha provisto a los mamíferos de un sistema de seguridad que apoya las funciones de los circuitos relacionados con el instinto maternal estimulando a que la madre cuide a su cría y que la cría sienta necesidad de su cuidado. El sustrato anatómico de los sistemas de agresividad, miedo y pánico estaría relacionado con las conexiones Amigdalino – Hipotalámicas.
Sistemas socio-emocionales: La “lujuria sexual”, el cuidado maternal y el juego rudo son sistemas emocionales más sofisticados. Es interesante destacar que el sistema de cuidado y alimentación maternal surgieron durante la evolución de circuitos neuronales que inicialmente mediaban la sexualidad. Un ejemplo de esto es que la Oxitocina es un Neurotransmisor (NT) tanto de los circuitos que median el cuidado maternal como los de sexualidad

II.d. Sistemas emocionales y Aprendizaje

Existen básicamente dos mecanismos de supervivencia a lo largo del árbol filogenético. Uno es el aprendizaje que posibilita que los animales tengan conductas adaptativas en circunstancias futuras por hechos acaecidos luego del nacimiento. Podríamos considerar al aprendizaje también como una forma de “olvidar” cierto tipo de conductas innatas. Como ejemplos podríamos citar gran parte de nuestro bagaje sociocultural que nos enseña, por ejemplo, a orinar, defecar y tener sexo como actividades privadas y no públicas (como nos impulsarían nuestras conductas innatas). El aprendizaje es así una especie de “escultor” que va tallando en nuestros circuitos neuronales nuevos tipos de conductas.
Otro mecanismo de supervivencia serían las emociones que posibilitan la aparición de respuestas conductuales adaptativas frente a circunstancias que son riesgosas para nuestra supervivencia y que fueron enfrentadas por nuestros ancestros a lo largo de la evolución. O sea que “desafíos” ambientales persistentes durante la evolución codificaron tendencias psico-conductuales como circuitos neuronales emocionales para responderles.
Vemos entonces que el prefijo “in” de la palabra innato pierde cierto poder ya que lo que consideramos conductas innatas en algún momento fue aprendido (y recién en ese momento por lo tanto pasaron de ser aprendidas a innatas). También puede suceder lo mismo para lo que en el presente son conductas aprendidas, o sea que en un fututo distante puedan convertirse en parte del repertorio conductual innato.
De todas formas existe una interacción entre estos dos sistemas de supervivencia (aprendizaje y emociones) ya que los sistemas emocionales, como hemos dicho anteriormente, también posibilitan y favorecen el aprendizaje. Vemos así que también las emociones representan un “cocktail explosivo”: Genes más Aprendizaje.
Un ejemplo de esto es el aprendizaje mediante Condicionamiento Clásico que permite que estímulos ambientales emocionalmente neutros (como una marca de comida) rápidamente queden “empapados” de significación afectiva. Esto demuestra la importante relación existente entre los procesos cognitivos, la codificación de la memoria y la activación emocional.

II.e. Ontogenia de los sistemas emocionales

No se debe considerar al cerebro como una red computacional rígida. Sus sinapsis se desarrollan y remodelan a lo largo de TODA la vida debido a la interacción dinámica en el cerebro entre eventos genéticos y ambientales. Esta interacción entre lo instintivo y aprendido explica por qué en general las causas principales de un trastorno psiquiátrico sean “mitad innatas y mitad ambientales”.
En el momento del nacimiento el cerebro sólo tiene un plan general de conexiones cerebrales codificadas genéticamente. Por esto durante la vida post natal gran cantidad de circuitos neuronales deben completarse en función de los estímulos ambientales que recibe el organismo.
Esto es altamente adaptativo ya que debido a la variabilidad ambiental (no es lo mismo nacer en el Sahara o en la Antártida, hablar Japonés o Italiano, etc) le permite al cerebro adaptar lo mejor posible sus circuitos en función de los desafíos ambientales específicos que debe enfrentar el organismo.
La interacción Genética – Social moldea la relación cerebro – mente durante el desarrollo ontogénico. Como ejemplos podemos citar el hecho que un medio enriquecido favorece el desarrollo del Sistema de Búsqueda mientras que experiencias precoces de pérdida social cambian la configuración del Sistema de Pánico. Los cambios en los sustratos neuronales de los circuitos emocionales aparecen en función del desarrollo neurobiológico normal y de las experiencias individuales.

II.f. Teorías “clásicas” de la Emoción

Teoría de James Lange (1900): Esta teoría considera que las emociones son el resultado de la evaluación cognitiva de lo que sucede en las vísceras.

Teoría de Walter Cannon (1927): Aquí se afirma la existencia de circuitos cerebrales específicos para la generación de emociones pero sin ignorar los procesos viscerales debido a la importante interacción existente entre el Sistema Nervioso y las vísceras.

Teoría y circuito de Papez (1937): Este autor delinea un circuito neuronal que mediaría las emociones y que lleva su nombre. Este circuito está compuesto por el Gyrus Cinguli, el Hipocampo, el Fornix, los Cuerpos Mamilares y el Tálamo anterior que distribuiría la información emocional nuevamente hacia el GC.
Este circuito de Papez era una idea interesante pero errónea. Por un lado porque la mayoría de las estructuras que lo conforman no son emocionalmente ejecutivas y porque además no es posible asignarle a un único circuito el gran abanico de respuestas emocionales.

Teoría de MacLean (1949): En esta teoría divide a las estructuras del SN relacionadas con la emoción en tres capas evolutivamente progresivas: El Cerebro Triuno. Identifica a su capa media, el Sistema Límbico, como el “cerebro emocional”. El término límbico deriva del latín (limbus) y significa borde o límite. Puede sorprender este término para un conjunto de estructuras que se encuentran en la cara medial del Hemisferio Cerebral humano. Pero en los mamíferos más primitivos el Sistema Límbico si forma parte del “borde” o “límite” externo cerebral ya que luego de abrir la duramadre se encuentran prácticamente en la superficie cerebral. Durante la evolución el Sistema Límbico se ha visto “eclipsado” por la aparición de estructuras más modernas neocorticales que lo han relegado “al bajo fondo” de la neuroanatomía humana.
MacLean identificaba como estructuras del Sistema Límbico al Gyrus Cinguli, la Corteza Prefrontal, la Amígdala y el Hipocampo; además de incluir sus conexiones con los núcleos Septales, el Hipotálamo y el Tronco Cerebral medial.

[1] Debemos abandonar un antiguo concepto que fue un auténtico“predador” de la evolución que es el de la “escala filogenética” y que proviene de la idea aristotélica que con soberbia colocaba al hombre en el “escalón” más alto de la perfección. La enorme influencia de este concepto se ejemplifica en las actitudes de las auoridades médicas y políticas durante las pestes de la Edad Media. Cuando algunos hallazgos sugirieron que la peste podía deberse al contacto de las personas con las ratas esta idea fue inmediatamente descartada ya que era descabellado pensar que dos organismos tan separados en la “cadena de la vida” pudieran tener alguna relación patogénica. Debemos sacar al Homo Sapiens de este pedestal y considerar el proceso evolutivo de las especies como un árbol de múltiples ramificaciones, en el que, en el tope de cada rama, encontraremos a los animales mejor adaptados a su medio específico. No podríamos colocar al Homo Sapienes en ese tope en medios como el Ártico, el medio subacuático, el desierto, la noche, etc.
Este concepto de evolución en “escalera” también fue utilizado en exceso por los biólogos raciales de fines del siglo XIX que estaban convencidos de que, extrapolando las ideas darvinistas de la naturaleza a la sociología, se podía agrupar a todas las razas del mundo en una sencilla escalera evolutiva en la cima de la cual se encontraba el hombre blanco. Por suerte, para los que estaban dispuestos a aceptar lo que era evidente, la obra de múltiples antropólogos y biólogos demostraron que la evolución era un proceso mucho más complejo de lo que querían reconocer los partidarios del “seudo” darvinismo social mejor llamado social spencerismo.
[2] Algunos autores en la biliografía americana hablan del sistema de las “efes” en relación a las funciones del Límbico: Feeding, Fornicating, Feeling, Fighting, Fleeing, Family, Forgetting (olvidar las conductas innatas a través del aprendizaje de las normas socioculturales).
[3] Una excepción a esto es la vía olfatoria, que es un verdadero “fase track” al Sistema Límbico sin pasar por el Tálamo. Esto se debería a que evolutivamente la vía olfatoria precedió a la aparición del Tálamo. La vía directa existente entre el Bulbo Olfatorio y las estructuras límbicas temporales explicaría el gran impacto emocional de los estímulos olfatorios.
[4] Su nombre proviene del latín que significa “almendra” ya que esta estructura neuronal tiene la forma y el tamaño de dicha fruta seca.

domingo, 7 de febrero de 2010

¿De que adolece el cerebro adolescente?: Conductas de riesgo, Circuitos Límbicos y “Rock and roll”


El adolescente presenta cambios físicos, psicológicos y sociales.
Estos cambios hacen que, durante este período de tiempo, los adolescentes se vuelvan más vulnerables.
Se calcula que mueren en Argentina 13.000 adolescentes por año. Aproximadamente el 70% de estas muertes es por accidentes automovilísticos, homicidios y suicidios. Los adolescentes suelen involucrarse en actividades y conductas que incrementan la posibilidad de morir o enfermarse como manejar alcoholizado y/o sin cinturón de seguridad, portar armas, tener sexo sin protección o consumir sustancias adictivas ilegales.
Es una verdadera paradoja que el adolescente presente una mayor proporción de conductas riesgosas que un niño que, desde los puntos de vista ontogénico, neurobiológico, sociológico y psicológico, está menos desarrollado.
Como un ejemplo de una conducta adolescente podemos citar al “semáforo ruso” que consiste en cruzar una avenida en verde caminando lentamente. El primero del grupo que se pone a correr para eludir el tránsito “pierde”.
Recordemos que el primer objetivo del Sistema Nervioso es tener éxito en la supervivencia y el “semáforo ruso”, claramente, no es una forma de lograrlo. ¿Por qué es este tipo de conductas es mucho más frecuente en adolescentes que en preadolescentes?
Sin caer en los tres “pecados” de la ciencia (reduccionismo biológico, descontextualización y actuar en función de intereses económicos) intentaremos aportar desde la neurobiología una mirada que pueda ayudar a comprender este problema.
Simplificando podríamos decir que el cerebro de un adolescente funciona a base de recompensas y emociones sin un control cognitivo.
Los adolescentes:
1. Suelen pasar la mayor parte de su tiempo con sus pares.
2. Poseen un incremento de la reactividad emocional. Esta característica puede tener un rol en la importante incidencia de trastornos afectivos y adicciones que comienzan durante la adolescencia.
3. Tienen más conflictos con sus padres.
4. Son más impulsivos y con una tendencia a llevar a cabo conductas riesgosas. Esta toma de riesgos es superior en la adolescencia con respecto a los adultos y a los niños. Estas malas decisiones que los impulsan a tomar conductas riesgosas estarían relacionadas con un desarrollo asimétrico entre las estructuras emocionales (el Sistema Límbico) y cognitivas (la corteza Prefrontal).
En los adolescentes la Amígdala
[1] (relacionada con las conductas emocionales) y el núcleo Accumbens (relacionado con la Búsqueda de Recompensas, Motivación y Placer) están completamente desarrollados y activados. En estudios con Resonancia Magnética Nuclear funcional (RMNf) se ha visto una actividad neuronal exagerada tanto en la Amígdala como en el Accumbens cuando un adolescente toma una conducta riesgosa.
Tanto la Amígdala como el Accumbens maduran mucho antes que la corteza Prefrontal cognitiva (que recién termina su maduración neuronal a los veinte años de edad) y esta estructura cortical en el adolescente se encuentra densamente inervada (y “dominada”) por axones dopaminérgicos que provienen del núcleo Accumbens.
La combinación de una alta respuesta ante las recompensas y una inmadurez de las áreas de control cognitivas prefrontales puede sesgar a los adolescentes a buscar ganancias inmediatas incrementando sus decisiones riesgosas y su reactividad emocional.
Tres conceptos importantes que deben entonces tenerse cuenta a la hora de intentar comprender las conductas adolescentes:
1. La relación entre conductas emocionales y búsqueda de recompensas con el Sistema Límbico y el núcleo Accumbens respectivamente.
2. La función de control sobre las respuestas emocionales que lleva a cabo la corteza Prefrontal.
3. El hecho de que el Sistema Límbico y el núcleo Accumbens maduran mucho antes que la corteza Prefrontal.
El aumento de hormonas sexuales durante la pubertad y su acción activadora de las estructuras límbicas también puede explicar el aumento de conductas impulsivas y riesgosas en este grupo etario.
Como conclusión (y respondiendo a nuestro título) podríamos decir que el cerebro adolescente “adolece” de una Corteza Prefrontal madura para poder controlar o balancear las conductas impulsadas por el Sistema Límbico, el núcleo Accumbens y los cambios hormonales puberales.
Desde una mirada evolutiva esta elevada tendencia del adolescente a tomar conductas de riesgos debe haber tenido importantes funciones adaptativas.
Por ejemplo, situándonos, en el Paleolítico, un adolescente debe haber necesitado decidir conductas riesgosas para abandonar la seguridad de su familia y encontrar una pareja
El incremento en la reactividad emocional durante este periodo habrá permitido a los adolescentes estar más vigilantes y atentos para detectar las amenazas y tener más posibilidades de sobrevivir en un nuevo ambiente.
En la sociedad postmoderna (en la cual la adolescencia puede extenderse indefinidamente) con jóvenes de más de veinte años viviendo con sus padres, siendo financieramente dependientes de ellos pero deseando tomar sus propias decisiones; estas conductas pueden ser estimadas inapropiadas.
Creo que estos hallazgos (además de los sociales, económicos, psicológicos, etc.) tienen también implicancias legislativas y judiciales a la hora de decidir la edad de imputabilidad de los menores.
Neurobiológicamente vemos que los adolescentes tienen una capacidad de control de sus impulsos inferior a la de los adultos.
Este concepto es importante a la hora de trazar una línea entre imputables e inimputables para que la ley no entre en conflicto con la neurobiología cognitiva.

[1] La Amígdala está conectada con el Hipotálamo y está relacionada con la memoria emocional inconsciente, los circuitos de agresividad y tristeza y la respuesta de estrés.