lunes, 22 de noviembre de 2010

¡Socorro tengo alumnos adolescentes! Cómo digerir las adolescencias que atraviesan el espacio escolar y familiar



Nuevas formas para las viejas confrontaciones adolescentes con los nuevos adolescentes digitales:

1. Debido a la escuela secundaria obligatoria todas las chicas y los chicos entre los 12 y los 18 años de edad tienen la obligación de dedicarse a ser adolescentes.

Se establece así una “moratoria” para el paso forzado desde la niñez a la vida de obligaciones laborales adulta. Esto generó un gran desconcierto y los adultos aún no sabemos bien cuál es el lugar y las funciones de la adolescencia.

La adolescencia, como fenómeno universal, es un invento bastante moderno, y debemos tener en claro que estamos ante un ciclo vital construido socialmente.

Este ciclo vital no debe ser confundido con la pubertad que si es un proceso biológico “obligatorio”.

Un ciclo vital es un estadio biográfico culturalmente construido, es decir, un tiempo cuyo sentido tiene que construirse.

2. Nunca confundir adolescente conflictivo con adolescente problemático.

3. Si la adolescencia es una etapa crítica lo es porque todas las estabilidades anteriores desaparecen y han de afrontar los retos-obstáculos de la nueva madurez.

La adolescencia es un tiempo de crisis en la que se disuelven todas las seguridades anteriores y vuelven a surgir las experiencias negativas de las etapas infantiles.

La gran cuestión de todos los adolescentes es intentar construir su identidad, por esto todo lo que hacen está al servicio de ensayar diferentes formas de ser hasta encontrar la suya.

Por esto uno de los principales hábitos pedagógicos que debemos adquirir es el de intentar leer siempre en primer lugar sus conductas en clave adolescente.

Siempre primero son adolescentes, luego malos o buenos alumnos-hijos, pero nunca al revés.

4. Adolescencia y riesgo son sinónimos, por lo tanto educar es conseguir que aprendan a gestionar los riesgos.

Es una etapa caracterizada por una desorganización de la vida afectiva con emociones dominantes como la tempestad emocional y la desproporción afectiva.

5. No existe el problema adolescente sino los problemas de los adultos con sus adolescentes. Se trata por lo tanto de trabajar para conseguir ser una persona adulta próxima y positiva.


La condición adolescente es un producto contextual.

Podríamos decir que un contexto es como un escenario teatral en el que se ha de producir una puesta en escena de la adolescencia por parte de actores noveles (chicas y chicos que dejan su infancia y todavía no saben dónde están) que han de acostumbrase al nuevo papel hasta que les resulte una auténtica forma de ser.

Este escenario, para empezar a representar su nuevo papel adolescente, se estructura en tres dimensiones:

1. Todo va a depender de la extracción social (su “mochila” adolescente). El origen socioeconómico de los padres y el capital cultural a su alcance van a determinar qué actores estarán presentes en la escena y cuáles son las exigencias del guión.

También va a depender de los grupos sociales con los que se mezclen e interactúen.

2. Las compañías. Aparece una construcción colectiva del relato entre los actores que ensayan en compañía.

Las adolescencias son el producto de las interrelaciones que se dan en sus vidas.

3. Se acaba siendo en función de cómo se es tratado.

La escena teatral también depende de la dirección de la obra.

Las adolescencias son el producto de los diversos ambientes creados por quienes están a su lado.

Los adolescentes utilizan la vida escolar como un almacén de repertorios de conducta. Hacen de adolescentes en función de cómo son tratados.

Para poder enseñar al adolescente hay que primero comprenderlo

1. Conocer cómo es su vida cotidiana más allá de la escuela:

- Cuáles son sus “rutinas” que organizan su vida cada día (qué hacen, adónde van, cuáles son sus “recorridos”, en qué lugares se sienten a gusto, qué parte de su vida es “la calle”, qué parte la soledad de la habitación, etc.).

- Cómo es la vida durante el fin de semana y cómo se manifiesta los lunes (“el síndrome de los lunes”) o los viernes.

- Con qué prácticas diferentes ensayan a ser adolescentes y afirmarse como tal (qué parece centrar sus vidas, cómo expresan sus dudas, qué prácticas de provocación y de riesgo parecen tener, etc.).

2. Observar el estilo de relación mediática que tienen:

- Sus relaciones con el mundo multimedia (celulares, reproductores de música, juegos), su utilización de las nuevas y viejas formas de comunicación.

- El uso de las redes sociales virtuales (las formas de practicar diferentes aspectos de sus adolescencias en ellas, las “razones” de su uso, etc.).

- El papel de los adultos cercanos en sus relaciones mediáticas (de la ignorancia a la censura).

En la adolescencia conviene distinguir entre tener conflictos y tener problemas y evitar que las respuestas creen el problema.

Hay 2 datos incuestionables:

1. Todos los adolescentes necesitan demostrar que han abandonado su infancia.

2. Para conseguirlo una práctica frecuente es confrontar con los adultos. Nos necesitan como sparrings para sus necesidades de afirmación!

De esta realidad se deducen tres reglas de intervención educativa:

1. Convivir con adolescentes y tener conflictos es inevitable.

2. Aunque los conflictos sean inevitables no debemos pelearnos por todo, hay que seleccionar las batallas.

Hay que evitar las pequeñas peleas si no queremos perder nuestra capacidad de influir en las batallas importantes.

3. En los conflictos con los adolescentes hay que seleccionar bien la respuesta.

Un conflicto es una oportunidad educativa, ya que sirve para hacernos buscar la respuesta adecuada y nos permite cambiar al sujeto.

No se trata de una confrontación personal con nosotros, como dice don Corleone “no es nada personal”, sino con las figuras y los papeles adultos que representamos.

Un instituto-familia que pretende funcionar con cien normas garantiza cien ocasiones de conflicto. El que puede hacerlo con diez tan sólo tendrá esa decena de espacios importantes de confrontación.

Es fácil morder el anzuelo. Son toreros provocadores que ponen un trapo rojo delante de las fauces del toro. Pero nosotros no deberíamos ser el animal que embiste sin control.

Con los adolescentes hay que aprender a contar hasta tres, hasta trescientos si se puede, antes de reaccionar Límbico contra Límbico.

A la inversa, el frontón no puede ser de goma, hay conflictos que no debemos evitar, aquellos que les ayudarán a descubrir los límites.

El problema es descubrir y seleccionar cuántos y cuales.

Cuando se habla de los conflictos adolescentes de lo que realmente se habla es de la dificultad para encontrar respuestas:

1. Las respuestas adecuadas tienen que ver con las habilidades que debe aprender el adulto, como controlar el impulso a la respuesta inmediata, aprender a mantener la calma y conocer y aplicar las técnicas de mediación.

2. En qué circunstancias es importante responder y en cuales no.

3. El momento, el famoso timing, de la respuesta, que en pocos casos tiene que ser inmediata. O sea casi nunca en caliente!

No resulta fácil la función mayéutica de enseñar a quien parece saberlo todo, y en algunas cosas puede que sepan más que nosotros.

Tres planos para una lectura objetiva del aula adolescente:

1. Atmósfera adolescente-emocional: tiende a ser vivido por el docente y la institución como conflictivo pero no lo es.

Todos respiran y exhalan aires adolescentes con altos ingredientes de provocación e impregnación emocional. Esto debe ser leído desde las variables que explican la conducta adolescente y no son ni un conflicto ni u problema.

2. Situaciones conflictivas: Propias de la adolescencia, requieren seguir determinada lógica para ser resueltas.

La alumna o el alumno en conflicto es alguien que ha traspasado al proceso de escolarización todas sus tensiones adolescentes sin que desde la escuela se tenga la habilidad o la posibilidad de canalizarlas o desviarlas. La incapacidad para leer las adolescencias conduce a la ubicación de problemas allí donde no los hay y a la consideración de determinados personajes como problemáticos.

3. Personajes adolescentes: Temporalmente problemáticos. Estos son los casos problemas.

Saber qué les pasa no es encontrar una causa sino descubrir a partir de lo que sabemos de sus adolescencias la lógica interna que estimula su comportamiento. El análisis no puede buscar causas sino elementos de contexto.

La respuesta es siempre crear un contexto educativo diferente, no aplicar una medicación correctora. Siempre se trata de intentar de modificar la situación para facultarle una salida. Para no dejarlo atrapado sin salida que es lo que muchas veces logramos con nuestro jarabe de palo o con la sota de bastos.

No hablamos de alumnos problemáticos sino de adolescentes que viven situaciones problemáticas.

Buena parte de las confrontaciones se dan en la escuela pero sus componentes y desencadenantes están muchas veces afuera.

Se acosa y se agrede dentro de las lógicas de exclusión y dominación que se sistematizan afuera.

Todo el profesorado puede tener el poder pero no todos tienen autoridad. Muchos confunden la disciplina con el avenimiento de los resortes del poder en manos adultas. Muchos confunden poder, tener la primera y la última palabra, con autoridad o capacidad de influir en sus vidas.

¿Crisis de adolescencia o crisis de docencia?

Las alumnas y los alumnos están obligados a estar en el colegio pero no están obligados a estudiar. Muchos son estudiantes a contrapelo de sus deseos y vivencias, estudiantes resignados.

Más que a una crisis de adolescencia asistimos a una crisis de docencia acelerada por una adolescencia que explicita la complejidad de la educación en una sociedad digital, multimedia y en red.

En realidad se suelen mezclar dos aspectos diferentes: qué significa enseñar y educar en la sociedad de la comunicación y qué significa ser y practicar la adolescencia en este tipo de entornos.

Lo primero nos afecta a los docentes porque los adolescentes pueden aprender en un entorno en el que saben mucho más que nosotros.

Lo segundo, en una década que comenzó con los mensajes de texto y el Messenger y que está acabando con la inmensa mayoría de los adolescentes en las redes virtuales multimedia, se está consolidando como un inmenso espacio para “hacer” de adolescentes.

No hay posibilidad de comprender hoy los mundos adolescentes sin considerar estas “prácticas virtuales”.

Paralelamente el rechazo adulto hacia ese mundo parece ayudar a que se consoliden espacios adolescentes ajenos al profesorado, es decir una “realidad virtual” como realidad exclusivamente adolescente.

Una buena parte de sus adolescencias se producen en entornos virtuales, en redes de comunicación multicanal con influencias multimedia. El adolescente vive un mundo entre pantallas y esto tiene un importante impacto educativo.

Son adolescentes que conocieron el mouse antes de ir a la escuela, que acumularon a su alrededor miles de fotos digitales desde que nacieron, que se ven a sí mismos siempre con un celular en la mano, que descubren una wikipedia para cada necesidad informativa, que pueden disculparse o insultarse por el Messenger, que tienen o aspiran a tener centenares de amigo en línea, que se sienten alguien porque tienen colgado un video en Youtube, etc.

En definitiva, se trata de personajes adolescentes bastante diferentes.

Por lo tanto:

- Sus cabezas funcionan de forma bastante diferente a como lo hacemos nosotros.

- Sus “razones” para vivir la vida tienen muchas fuentes virtuales.

- Cambian algunas formas de aprender. Puede predominar el descubrimiento, la búsqueda por error y acierto. Todo aquello que deben saber puede estar rodado de multiplicidad de informaciones.

- Aparecen nuevas formas de relación. Las relaciones entre iguales se practican en la red. Aprobaciones y desaprobaciones se dirimen también virtualmente.

Estamos entonces frente a una asincronía entre adolescencia y escuela que tiene que ver con diferentes formas de acceder al conocimiento.

Recuperar la sincronía no tiene tanto que ver con digitalizar los libros o llenar las aulas con computadoras sino con cómo el profesor sustituye progresivamente su papel de transmisor de unos conocimientos que domina y que puede enseñar pero que ya están en cualquier página web con mayor claridad y atractivo, por el de mediador entre personas y saberes almacenados y accesibles de formas muy diversas.

Los docentes ya no somos fondos documentales que enseñan a adolescentes, que pueden acceder a fuentes de información más actualizada y completas que nosotros, sino que ayudamos a descubrir y aprender.

En las manos docentes queda la estimulación para saber, el ayudar a descubrir lo que debe conocer, el ordenar los conocimientos, el ayudar a consolidar procedimientos para analizar, razonar y pensar.

En los adolescentes el aprendizaje como actividad deja de ser el centro de su vida. No se dedican necesariamente a ser estudiantes pero sí que se dedican a ser adolescentes en la escuela, al menos porque es en ella donde pasan la mayor parte de su tiempo.

La escuela es el lugar para la confrontación con los adultos y a la vez para la posibilidad de construir una relación de proximidad y ayuda con unas personas adultas que no son sus padres.

Los adolescentes, en general, son en función de las personas con quien conviven.

La queja más importante de los adolescentes sobre al escuela es su incapacidad para poner en relación lo que estudian con lo que pasa fuera de sus muros, en su vida.

Si bien deben ser obligatoriamente estudiosos los adolescentes saben que el colegio ya no cumple ninguna función de ascensor social.

Los adolescentes sólo sienten como suyo aquello que no pueden decir que se les ha impuesto. Por lo tanto la pedagogía de la adolescencia es la pedagogía del pacto, del repacto y del requetepacto.

La escuela obligatoria no puede ser, paradójicamente, la escuela de las obligaciones.

Ritmos ultradianos y síndrome del lunes: Cómo digerir el fin de semana

Enlatados entre el lunes en el fragor del final de la batalla, y el viernes que nunca llega, en el que se prepara la próxima contienda, algunos adolescentes tienden a convivir con ecuaciones, polinomios, tablas de elementos, versos, moléculas…

Porque para muchos adolescentes tras la resaca del fin de semana no siempre llega la calma sino el arrepentimiento, los dolores de cabeza, las dudas, las frustraciones, los miedos por lo que pudo ser e incluso los desastres.

¿No parece conveniente que el primer espacio de realidad con el que se encuentren en el colegio el lunes sea un espacio crítico y reflexivo sobre lo que ha pasado y lo que pudo haber sido y no fue?

Desde este espacio se persigue la reflexión antes de decidir qué hacer el próximo sábado. Debemos intentar en dicho espacio convertir la emoción en reflexión.

En el triángulo formado por los padres, el profesorado y los adolescentes se formulan las contradicciones entre el buen alumno y el buen adolescente. ¿Son lo mismo?

La didáctica es un eje estructural para la compatibilidad entre adolescencia y escuela.

El constructivismo es inherente a la propia condición adolescente: Aprender aprendiendo es la forma básica del aprendizaje adolescente como lo demuestra el modelo de las cinco E.

¿Cómo mediatizar un aprendizaje a quien piensa que ya lo sabe todo?

1. Es un sujeto en experimentación que aprende experimentando. ¿Cómo se enseña a un explorador reprimido? Haciendo de la experimentación la principal fuente de aprendizaje.

Experimentar quiere decir generar curiosidad, tomar conciencia de qué ignora, aunque no tenga que hacer público reconocimiento de ello.

2. La ilusión omnisciente hace que quiera aprender activamente más que aceptar ser enseñado.

Luego del problema de los conflictos el segundo problema del adolescente es la falta de interés, su falta de interés en la escuela, en aprender.

El interés es imposible sin implicación. El interés ante las propuestas, ante la pregunta infaltable ¿Y esto para qué sirve?, podemos lograrlo con la actividad como forma de aprendizaje y logrando relaciones entre el conocimiento y su vida adolescente.

No debemos olvidar el axioma que no se enseña al adolescente sino que se le ayuda a que descubra y aprenda.

Se necesita una actitud pedagógica mayéutica que parte del supuesto que el adolescente algo sabe, aunque sea descubrir que no sabe, y que se interesa por saber más.

3. Como sujeto grupal que vive en permanente interacción aprender es también una actividad que hace con otros: aprendizaje colaborativo.

Con adolescentes de la generación @ y las redes virtuales, resulta contradictorio que sujetos que se conectan permanentemente con colegas diversos y distantes tengan que reducir su aprendizaje escolar a una interacción singularizada y exclusiva con un profesor y un libro.

El alumnado se compone por una diversidad de diversidades, esto supone para el colegio una ruptura definitiva de cualquier pretensión de homogenización e implica la necesidad de construir nuevos modelos abiertos y cambiantes.

Si intentamos hacer una fotografía de un aula adolescente debemos tener en cuenta dos variables. Una de ellas define su actitud ante la obligación de estar en la escuela. El otro, su ubicación dentro del continuo escuela-vida.

Tendremos que valorar, en primer lugar, si están más cerca del atractivo que del rechazo. Luego, descubrir si en su vida pesa más “la vida” o la escuela.

En uno de los polos encontraremos a quienes podríamos definir como “estudiantes estudiosos”. A pesar de ser el tipo de adolescente y alumno más deseado por padres y profesores, no suele superar el 25% de un aula.

En el polo opuesto están quienes se han ido situando fuera de la escuela y en confrontación con ella. Son adolescentes con una ósmosis importante entre sus dificultades escolares y sus dificultades vitales. Se trata siempre de un grupo pequeño.

En el medio de estas dos variables, con un cierto desdén hacia la escuela y deslizándose por la rampa que lleva a valorar en primer lugar la vida, encontramos a los “resignados”. Aquellos que aceptan la escuela porque no queda más remedio, que van aprobando con dificultades e intermitencias y tienen un profundo deseo de que el estudio se acabe de una vez.

El núcleo principal de los adolescentes que habitan las aulas (no menos del 50%) lo constituyen personajes cambiantes en los que ahora prima el deseo y la obligación de estudiar y mañana la necesidad de vivir, de ser adolescentes.

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