Determinado de antemano. El “determinismo” del Power Point.
Las presentaciones de Power Point están determinadas de antemano. La plantilla de la diapositiva, el orden de las diapositivas, la forma de la presentación (viñetas, imágenes, etc.), ya está TODO decidido, ordenado y compuesto de antemano.
Típicamente el docente y el auditorio acompañan, una a una, a las diapositivas en el orden en que llegan, hasta el final.
Determinar significa literalmente limitar, limitar el ámbito o la extensión, fijar o definir la posición.
La información entregada vía Power Point está, en forma invariable, determinada o programada, esto es, codificada o escrita antes de tiempo.
Por supuesto es el autor del conjunto de diapositivas el que compone el curso de la presentación de antemano.
Y a pesar de que el autor de las diapositivas es el docente (o puede serlo), cuando realiza las diapositivas, el autor NO tiene el beneficio del momento real de enseñanza que el docente está vivenciando cuando está la dando la presentación.
La secuencia específica que el docente originariamente ha imaginado puede no funcionar en la práctica.
Como dijo Gregory Bateson el “mapa”, la planificación, “no es el territorio”, la práctica.
Es una experiencia áulica muy frecuente que, en el medio de una presentación de Power Point, un alumno haga una pregunta y el docente conteste que la responderá unas diapositivas más adelante. Pero cuando llega la diapositiva con el tema a contestar el docente se ha olvidado de la pregunta. Lo más probable es que el alumno tampoco recuerde su duda.
Un docente “con tacto” es aquel capaz de responder a las situaciones no planificadas, cuando, por ejemplo, se hace claro que la planificación vigente no está siendo entendida y, por lo tanto, se requiere de otra aproximación al tema.
Una buena planificación prepara para lo “inplanificable”: Planificar NO es sólo programar un guión inflexible. Planificar es considerar con el debido cuidado, anticipar, imaginar cómo pueden funcionar las cosas, cómo mis estudiantes pueden experimentar o ver las cosas.
Cuanto más cuidadosamente un docente considera y anticipa con esmero las interacciones con los estudiantes, más probable es que pueda improvisar sobre el guión planificado en orden de poder responder mejor a las contingencias de la situación.
El Power Point va en contra de esta dimensión de “bricolage” de la práctica de enseñanza, y por el contrario tiende a obligar a que la clase siga su curso unidireccional predeterminado.
¡Sin embargo la culpa NO es del software! Un docente considerado y reflexivo estará dispuesto de alejarse de la serie de diapositivas (cerrando en forma temporaria el cañón) e improvisar utilizando cualquier medio o material que tenga a mano para abordar un nuevo “recorrido” si lo estima pedagógicamente apropiado (y tal vez, más tarde, volver a los contenidos alineados en las diapositivas).
Aún la presentación de Power Point más reflexivamente preparada puede no ser fácilmente adaptada a preguntas inesperadas o a aquella pregunta que es contestada “varias diapositivas más adelante”.
La secuencia decididamente lineal de diapositivas del Power Point es tanto su fortaleza como su debilidad.
Este “mazo” predeterminado de diapositivas ayuda a planear un recorrido claro y singular, tanto para el docente como para los aprendientes. Es tanto eficiente cono conveniente.
Pero esta “mano única” tiene consecuencias pedagógicas si el aprendizaje de los estudiantes termina siendo forzado mecánicamente a lo largo de un recorrido inapropiado.
Las diapositivas tienden a impulsar la conversación a lo largo de un recorrido unidireccional predeterminado y a veces ciega (es suficiente ver a un docente solamente dirigiendo su atención hacia la diapositiva proyectada) a lo espontáneo como, por ejemplo, una pregunta “no solicitada”.
En gran medida, la decisión de bifurcarse, de saltar afuera o permanecer en el recorrido reside en las manos del docente (que tiene la absoluta libertad de tomar dicha decisión).
Sin embargo, no es difícil de reconocer la influencia ejercida por el rumbo predeterminado de las diapositivas, y la reticencia del docente de abandonar este recorrido sumamente articulado (y por lo tanto dificultoso de alterar) y planificado.
¿Manos ociosas, mentes ociosas?
El docente que utiliza el PowerPoint se libera de la “carga” de escribir. Lo mismo le sucede a menudo a los estudiantes.
Por supuesto, una de las manos del docente ahora está ocupada, en forma periódica, apretando un botón de la computadora para cambiar la diapositiva. Pero esencialmente ambas manos están libres, por ejemplo, para gesticular en apoyo de la articulación vocal o para apuntar hacia una sección pertinente de la diapositiva.
Los estudiantes ya no están obligados a tomar apuntes si el docente les da las diapositivas de Power Point antes o después de la clase (y éstas están mal hechas, o sea que son un “libro” de la clase, y por lo tanto les sirven para estudiar).
Las manos de los estudiantes en una clase con PowerPoint están típicamente ociosas. O garabateando. O anotando sobre las diapositivas que les ha dado el docente.
En este sentido el Power Point saca de nuestras manos la parte de escritura y dibujo de la enseñanza y el aprendizaje.
Liberados de la carga de tomar apuntes, los estudiantes pueden, si quieren, dedicar toda (aunque no necesariamente en forma integra) su atención para escuchar y ver la presentación.
El estudiante está libre para simplemente escuchar al docente, con la seguridad de que los apuntes estarán en la Web. Sin embargo, cuando los estudiantes saben que no tendrán acceso a las diapositivas de Power Point (o estas están bien hechas y por lo tanto NO le sirven para estudiar), deben adoptar un modo diferente de estar atentos.
Algunos docentes (o Instituciones) no les entregan las diapositivas a los alumnos por múltiples motivos (para estimularlos a estudiar de libros, para que aprendan a tomar apuntes, etc.).
Ante este tipo de decisión SIEMPRE los alumnos objetan.
¡He visto a un alumno pararse en el medio de la clase y sacar fotos digitales de las diapositivas del docente! Estos estudiantes están mal predispuestos a soportar la agotadora carga de tomar apuntes de un docente que llega a una clase con decenas de diapositivas y que habla como una ametralladora.
Es sabido por todos los estudiantes que una clase basada en un Power Point tiene un “producto”, una “mercadería” de fácil distribución, que está asociada con ella: el archivo .ppt. Saben también que el contenido de estas diapositivas es a veces utilizado como una base para los exámenes.
NO hacer disponible las diapositivas de Power Point del docente a los alumnos puede ser percibido como una retención “desleal” de un recurso “precioso”.
El hecho de que tanto el docente como el estudiante estén liberados de la demanda de escribir es un cambio llamativo.
Con el Power Point el docente no tiene que escribir o dibujar (salvo en ciertas situaciones puntuales en las que lo hace en un pizarrón que debería estar a la derecha de la pantalla).
Pero “escribir con” (el estudiante simultáneamente con el docente) desarrolla una comprensión común.
El PowerPoint saca la escritura y el dibujo de la enseñanza literalmente de nuestras manos. Con el Power Point mantenemos sólo un único toque en la evocación del tema que se está tratando.
La mano está involucrada para avanzar la diapositiva, pero ya no más en la sutileza de escribir o en la estética de dibujar.
Tanto el docente como el estudiante escriben menos y dibujan menos con el Power Point. Y además el estudiante y el docente ya no escriben o dibujan juntos. Como medio pedagógico el Power Point se olvida de los momentos miméticos de enseñanza y aprendizaje: cuando un estudiante aprende imitando los gestos presentativos, la escritura, el dibujo y el pensamiento del docente.
Merleau-Ponty describe el poder fenomenológico de las relaciones miméticas: “la mimesis es el atrapamiento de mi persona por el otro, la invasión de mi persona por el otro, es la actitud por la cual yo asumo los gestos, las conductas, las palabras favoritas, las formas de hacer las cosas de aquellos con los cuales yo me enfrento…Es una manifestación de un sistema único que une mi cuerpo con el cuerpo del otro y con el otro en si mismo.”
El tiempo “se desliza” bien, ¿o no exactamente?
El PowerPoint parece tener su propio sentido de temporalidad que domina TODA la clase.
A veces parece que los alumnos no ven el momento de que cada diapositiva pase para que la clase finalice porque no toleran quedarse sentados, esperando y esperando, hasta que todas las diapositivas sean proyectadas.
El paso de cada diapositiva marca la insoportable lentitud del paso del tiempo.
En otras clases con Power Point, para los alumnos el tiempo desaparece con una mecánica idoneidad, el tiempo pasa volando.
En momentos en que los alumnos se involucran completamente con la clase, las diapositivas, como el tiempo, pueden pasar inadvertidas.
A veces el orador “arroja”, de modo desconcertante y rápidamente, múltiples diapositivas. En otros momentos de esa misma clase permite que una diapositiva persista por un largo rato, tal vez olvidada, sólo para ser reemplazada en forma súbita por un protector de pantalla.
En otro momento, el paso de las diapositivas es experimentado como “tortuoso”, pasando certeramente en intervalos regulares pero monótonos: diapositiva 31, diapositiva 32, diapositiva 33…
Esperar que pase una diapositiva es a veces similar a esperar que una luz roja de un semáforo pase a luz verde en una larga fila de autos.
El alumno está sentado en espera de que llegue la próxima diapositiva sólo para esperar una vez más (¡todo esto si la diapositiva es un libro escrito!).
¡Qué diferente del lenguaje oral, que parece viajar (en su velocidad, en su ociosidad o en su pereza) más como el avance continuo del segundero de un reloj analógico!
Por supuesto que ambas sensaciones temporales están presentes en una clase con Power Point. Pero son las diapositivas (en su implacable cuenta regresiva secuencial, llegando y despareciendo a intervalos regulares) que miden oficialmente la precisión de la presentación.
El paso de cada diapositiva da la puntuación de la narración en curso, cada nueva diapositiva da el marco de otra serie de momentos del discurso.
En una clase con Power Point “ver” parece ser la modalidad dominante de conocer. Y esto es lógico si consideramos a nuestros alumnos digitales – criaturas visuales.
Ver, observa Straus, es un sentido analítico mientras que escuchar es un sentido que sintetiza.
Cuando escuchamos, de momento a momento, sólo están presentes fragmentos, fragmentos que, en el horizonte temporal, apuntan hacia adelante o hacia atrás para unirse en un todo con las otras partes, tal como las palabras habladas en una oración escuchada.
De modo interesante, el Power Point también separa el campo visual de los alumnos en fragmentos temporales discretos.
Con el PowerPoint, el horizonte temporal aparece perturbado y puntuado por los momentos de desaparición – aparición de cada diapositiva.
Recuerdo un docente invitado que había preprogramado sus diapositivas de modo tal que, en forma automática, cambiaran a la próxima luego de un intervalo prefijado. De esta forma, afirmó, estaba seguro que la charla duraría exactamente treinta minutos.
Salvo para el docente invitado, la situación fue divertida. Pasó la mayor parte de su presentación “corriendo” detrás de sus diapositivas tratando de alcanzarlas a medida que ellas “volaban” más rápido que lo que él había esperado.
En este ejemplo la frecuencia temporal de cambio de diapositiva preprogramada “abrumó” al docente en una escena que recuerda la adorable trampa de Carlitos Chaplin, en su película muda “Tiempos Modernos”, luchando frenéticamente, a menudo cómicamente, para mantener el paso con una máquina automática.
La vívida protesta de Chaplin contra la sociedad moderna, donde los seres humanos están en peligro por las implacables demandas de las máquinas hechas por ellos mismos, nos provee una oportuna reflexión sobre el lugar de la “máquina” Power Point en el aula.
El “taylorismo[1] educativo” no es una rareza pedagógica.
El Power Point exhibe la posibilidad, o el deseo, de la máxima eficiencia en la entrega del tema. Pero muchos alumnos describen que la velocidad con la cual la información es presentada en algunas de sus clases puede alcanzar un ritmo inhumano siendo imposible de mantener el ritmo.
Para algunos de estos alumnos el consuelo se encuentra exclusivamente en la disponibilidad online de las diapositivas antes o después de la clase.
[1] El taylorismo corresponde a la división de las distintas tareas del proceso de producción. Estableció por medio de cronómetros el tiempo necesario para realizar cada tarea específica por parte del trabajador. Su obsesión por el tiempo en las tareas de producción lo llevó a trabajar el concepto de cronómetro en el proceso productivo.
Las presentaciones de Power Point están determinadas de antemano. La plantilla de la diapositiva, el orden de las diapositivas, la forma de la presentación (viñetas, imágenes, etc.), ya está TODO decidido, ordenado y compuesto de antemano.
Típicamente el docente y el auditorio acompañan, una a una, a las diapositivas en el orden en que llegan, hasta el final.
Determinar significa literalmente limitar, limitar el ámbito o la extensión, fijar o definir la posición.
La información entregada vía Power Point está, en forma invariable, determinada o programada, esto es, codificada o escrita antes de tiempo.
Por supuesto es el autor del conjunto de diapositivas el que compone el curso de la presentación de antemano.
Y a pesar de que el autor de las diapositivas es el docente (o puede serlo), cuando realiza las diapositivas, el autor NO tiene el beneficio del momento real de enseñanza que el docente está vivenciando cuando está la dando la presentación.
La secuencia específica que el docente originariamente ha imaginado puede no funcionar en la práctica.
Como dijo Gregory Bateson el “mapa”, la planificación, “no es el territorio”, la práctica.
Es una experiencia áulica muy frecuente que, en el medio de una presentación de Power Point, un alumno haga una pregunta y el docente conteste que la responderá unas diapositivas más adelante. Pero cuando llega la diapositiva con el tema a contestar el docente se ha olvidado de la pregunta. Lo más probable es que el alumno tampoco recuerde su duda.
Un docente “con tacto” es aquel capaz de responder a las situaciones no planificadas, cuando, por ejemplo, se hace claro que la planificación vigente no está siendo entendida y, por lo tanto, se requiere de otra aproximación al tema.
Una buena planificación prepara para lo “inplanificable”: Planificar NO es sólo programar un guión inflexible. Planificar es considerar con el debido cuidado, anticipar, imaginar cómo pueden funcionar las cosas, cómo mis estudiantes pueden experimentar o ver las cosas.
Cuanto más cuidadosamente un docente considera y anticipa con esmero las interacciones con los estudiantes, más probable es que pueda improvisar sobre el guión planificado en orden de poder responder mejor a las contingencias de la situación.
El Power Point va en contra de esta dimensión de “bricolage” de la práctica de enseñanza, y por el contrario tiende a obligar a que la clase siga su curso unidireccional predeterminado.
¡Sin embargo la culpa NO es del software! Un docente considerado y reflexivo estará dispuesto de alejarse de la serie de diapositivas (cerrando en forma temporaria el cañón) e improvisar utilizando cualquier medio o material que tenga a mano para abordar un nuevo “recorrido” si lo estima pedagógicamente apropiado (y tal vez, más tarde, volver a los contenidos alineados en las diapositivas).
Aún la presentación de Power Point más reflexivamente preparada puede no ser fácilmente adaptada a preguntas inesperadas o a aquella pregunta que es contestada “varias diapositivas más adelante”.
La secuencia decididamente lineal de diapositivas del Power Point es tanto su fortaleza como su debilidad.
Este “mazo” predeterminado de diapositivas ayuda a planear un recorrido claro y singular, tanto para el docente como para los aprendientes. Es tanto eficiente cono conveniente.
Pero esta “mano única” tiene consecuencias pedagógicas si el aprendizaje de los estudiantes termina siendo forzado mecánicamente a lo largo de un recorrido inapropiado.
Las diapositivas tienden a impulsar la conversación a lo largo de un recorrido unidireccional predeterminado y a veces ciega (es suficiente ver a un docente solamente dirigiendo su atención hacia la diapositiva proyectada) a lo espontáneo como, por ejemplo, una pregunta “no solicitada”.
En gran medida, la decisión de bifurcarse, de saltar afuera o permanecer en el recorrido reside en las manos del docente (que tiene la absoluta libertad de tomar dicha decisión).
Sin embargo, no es difícil de reconocer la influencia ejercida por el rumbo predeterminado de las diapositivas, y la reticencia del docente de abandonar este recorrido sumamente articulado (y por lo tanto dificultoso de alterar) y planificado.
¿Manos ociosas, mentes ociosas?
El docente que utiliza el PowerPoint se libera de la “carga” de escribir. Lo mismo le sucede a menudo a los estudiantes.
Por supuesto, una de las manos del docente ahora está ocupada, en forma periódica, apretando un botón de la computadora para cambiar la diapositiva. Pero esencialmente ambas manos están libres, por ejemplo, para gesticular en apoyo de la articulación vocal o para apuntar hacia una sección pertinente de la diapositiva.
Los estudiantes ya no están obligados a tomar apuntes si el docente les da las diapositivas de Power Point antes o después de la clase (y éstas están mal hechas, o sea que son un “libro” de la clase, y por lo tanto les sirven para estudiar).
Las manos de los estudiantes en una clase con PowerPoint están típicamente ociosas. O garabateando. O anotando sobre las diapositivas que les ha dado el docente.
En este sentido el Power Point saca de nuestras manos la parte de escritura y dibujo de la enseñanza y el aprendizaje.
Liberados de la carga de tomar apuntes, los estudiantes pueden, si quieren, dedicar toda (aunque no necesariamente en forma integra) su atención para escuchar y ver la presentación.
El estudiante está libre para simplemente escuchar al docente, con la seguridad de que los apuntes estarán en la Web. Sin embargo, cuando los estudiantes saben que no tendrán acceso a las diapositivas de Power Point (o estas están bien hechas y por lo tanto NO le sirven para estudiar), deben adoptar un modo diferente de estar atentos.
Algunos docentes (o Instituciones) no les entregan las diapositivas a los alumnos por múltiples motivos (para estimularlos a estudiar de libros, para que aprendan a tomar apuntes, etc.).
Ante este tipo de decisión SIEMPRE los alumnos objetan.
¡He visto a un alumno pararse en el medio de la clase y sacar fotos digitales de las diapositivas del docente! Estos estudiantes están mal predispuestos a soportar la agotadora carga de tomar apuntes de un docente que llega a una clase con decenas de diapositivas y que habla como una ametralladora.
Es sabido por todos los estudiantes que una clase basada en un Power Point tiene un “producto”, una “mercadería” de fácil distribución, que está asociada con ella: el archivo .ppt. Saben también que el contenido de estas diapositivas es a veces utilizado como una base para los exámenes.
NO hacer disponible las diapositivas de Power Point del docente a los alumnos puede ser percibido como una retención “desleal” de un recurso “precioso”.
El hecho de que tanto el docente como el estudiante estén liberados de la demanda de escribir es un cambio llamativo.
Con el Power Point el docente no tiene que escribir o dibujar (salvo en ciertas situaciones puntuales en las que lo hace en un pizarrón que debería estar a la derecha de la pantalla).
Pero “escribir con” (el estudiante simultáneamente con el docente) desarrolla una comprensión común.
El PowerPoint saca la escritura y el dibujo de la enseñanza literalmente de nuestras manos. Con el Power Point mantenemos sólo un único toque en la evocación del tema que se está tratando.
La mano está involucrada para avanzar la diapositiva, pero ya no más en la sutileza de escribir o en la estética de dibujar.
Tanto el docente como el estudiante escriben menos y dibujan menos con el Power Point. Y además el estudiante y el docente ya no escriben o dibujan juntos. Como medio pedagógico el Power Point se olvida de los momentos miméticos de enseñanza y aprendizaje: cuando un estudiante aprende imitando los gestos presentativos, la escritura, el dibujo y el pensamiento del docente.
Merleau-Ponty describe el poder fenomenológico de las relaciones miméticas: “la mimesis es el atrapamiento de mi persona por el otro, la invasión de mi persona por el otro, es la actitud por la cual yo asumo los gestos, las conductas, las palabras favoritas, las formas de hacer las cosas de aquellos con los cuales yo me enfrento…Es una manifestación de un sistema único que une mi cuerpo con el cuerpo del otro y con el otro en si mismo.”
El tiempo “se desliza” bien, ¿o no exactamente?
El PowerPoint parece tener su propio sentido de temporalidad que domina TODA la clase.
A veces parece que los alumnos no ven el momento de que cada diapositiva pase para que la clase finalice porque no toleran quedarse sentados, esperando y esperando, hasta que todas las diapositivas sean proyectadas.
El paso de cada diapositiva marca la insoportable lentitud del paso del tiempo.
En otras clases con Power Point, para los alumnos el tiempo desaparece con una mecánica idoneidad, el tiempo pasa volando.
En momentos en que los alumnos se involucran completamente con la clase, las diapositivas, como el tiempo, pueden pasar inadvertidas.
A veces el orador “arroja”, de modo desconcertante y rápidamente, múltiples diapositivas. En otros momentos de esa misma clase permite que una diapositiva persista por un largo rato, tal vez olvidada, sólo para ser reemplazada en forma súbita por un protector de pantalla.
En otro momento, el paso de las diapositivas es experimentado como “tortuoso”, pasando certeramente en intervalos regulares pero monótonos: diapositiva 31, diapositiva 32, diapositiva 33…
Esperar que pase una diapositiva es a veces similar a esperar que una luz roja de un semáforo pase a luz verde en una larga fila de autos.
El alumno está sentado en espera de que llegue la próxima diapositiva sólo para esperar una vez más (¡todo esto si la diapositiva es un libro escrito!).
¡Qué diferente del lenguaje oral, que parece viajar (en su velocidad, en su ociosidad o en su pereza) más como el avance continuo del segundero de un reloj analógico!
Por supuesto que ambas sensaciones temporales están presentes en una clase con Power Point. Pero son las diapositivas (en su implacable cuenta regresiva secuencial, llegando y despareciendo a intervalos regulares) que miden oficialmente la precisión de la presentación.
El paso de cada diapositiva da la puntuación de la narración en curso, cada nueva diapositiva da el marco de otra serie de momentos del discurso.
En una clase con Power Point “ver” parece ser la modalidad dominante de conocer. Y esto es lógico si consideramos a nuestros alumnos digitales – criaturas visuales.
Ver, observa Straus, es un sentido analítico mientras que escuchar es un sentido que sintetiza.
Cuando escuchamos, de momento a momento, sólo están presentes fragmentos, fragmentos que, en el horizonte temporal, apuntan hacia adelante o hacia atrás para unirse en un todo con las otras partes, tal como las palabras habladas en una oración escuchada.
De modo interesante, el Power Point también separa el campo visual de los alumnos en fragmentos temporales discretos.
Con el PowerPoint, el horizonte temporal aparece perturbado y puntuado por los momentos de desaparición – aparición de cada diapositiva.
Recuerdo un docente invitado que había preprogramado sus diapositivas de modo tal que, en forma automática, cambiaran a la próxima luego de un intervalo prefijado. De esta forma, afirmó, estaba seguro que la charla duraría exactamente treinta minutos.
Salvo para el docente invitado, la situación fue divertida. Pasó la mayor parte de su presentación “corriendo” detrás de sus diapositivas tratando de alcanzarlas a medida que ellas “volaban” más rápido que lo que él había esperado.
En este ejemplo la frecuencia temporal de cambio de diapositiva preprogramada “abrumó” al docente en una escena que recuerda la adorable trampa de Carlitos Chaplin, en su película muda “Tiempos Modernos”, luchando frenéticamente, a menudo cómicamente, para mantener el paso con una máquina automática.
La vívida protesta de Chaplin contra la sociedad moderna, donde los seres humanos están en peligro por las implacables demandas de las máquinas hechas por ellos mismos, nos provee una oportuna reflexión sobre el lugar de la “máquina” Power Point en el aula.
El “taylorismo[1] educativo” no es una rareza pedagógica.
El Power Point exhibe la posibilidad, o el deseo, de la máxima eficiencia en la entrega del tema. Pero muchos alumnos describen que la velocidad con la cual la información es presentada en algunas de sus clases puede alcanzar un ritmo inhumano siendo imposible de mantener el ritmo.
Para algunos de estos alumnos el consuelo se encuentra exclusivamente en la disponibilidad online de las diapositivas antes o después de la clase.
[1] El taylorismo corresponde a la división de las distintas tareas del proceso de producción. Estableció por medio de cronómetros el tiempo necesario para realizar cada tarea específica por parte del trabajador. Su obsesión por el tiempo en las tareas de producción lo llevó a trabajar el concepto de cronómetro en el proceso productivo.
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